martes, 15 de septiembre de 2009

TIJUANA (MÉXICO). "El Grito".

MARTES, 15-09-2009. TIJUANA (MÉXICO)


Llegada a la frontera con México

Aquél día me sentía como un niño al que le iban a hacer un regalo de cumpleaños. Tenía muchas ganas de cruzar la frontera a México, y no a cualquier parte del país, si no a Tijuana, ciudad tristemente célebre por sus noticias diarias en la prensa.

Curiosidades de la vida, tuve el don de la ubicuidad y de la nacionalidad, el día en que los mexicanos celebraban su día de la Independencia. Ellos celebraban la independencia de España, allá por el siglo XIX, y yo, como español, me sentía como “chivo expiatorio” al que iban a crucificar en cualquier momento de la festividad. Pero no, no fue eso lo que pasó, si no todo lo contrario, me sumé a la fiesta, e incluso me plasmaron los colores patrios en las mejillas.


Plaza de la Independencia, Tijuana

“!Viva México!”, ese el grito más coreado por los miles de asistentes al acto convocado por el Ayuntamiento de Tijuana, conocido como “El Grito”. Así fue, como entre banderas, trajes regionales de época decimonónica, colores patrioteros, niños con gorros y pinturas patrias, comida típica de la región, donde no faltan las fajitas, burritos, tamales y muchísimos dulces agrios o picantes, así como música, baile, discursos retóricos y sonoros, fuegos de artificio y una presencia militar y policial que no había visto nunca en vida, pasamos el día en Tijuana, la frontera más al norte de México.


Los colores nacionales de México

Para el tour por la ciudad y la festividad, Anna y yo contábamos con dos “guías” excepcionales. Uno, Darío, amigo de estudios de Anna en sus tiempos de San Diego, músico en la actualidad, y que reside en Tijuana, con sus padres; y la otra, Catalina, mexicana y dedicada a la cinematografía, que compartió estudios y aventuras por diversos lugares de Europa y EE.UU., también con Anna Con los dos pasamos unos momentos de lo más agradables.


Fuegos de artificio

Darío nos llevó en coche por muchos lugares de la ciudad, para terminar en la Avda. de la Independencia, junto a la escultura de Miguel Hidalgo, padre de la emancipación, donde se encuentra el Ayuntamiento y donde se celebró “El Grito”. Paseamos por los puestos ambulantes, entre una muchedumbre “ebria” de orgullo patrio, “provinciano”, como lo definió Darío. No falta en nuestro deambular los olores dulzones, la carne abrasada y los jugos tropicales. Entre mariachis, trompetas y bailes regionales discurrió la velada en la plaza de la Independencia. No asistimos al discurso del Alcalde, pero más de lo mismo, según la prensa local (La Frontera).


Cocina típica mexicana

Después, tras la humareda provocada por los fuegos de artificio, que brillaban en varios lugares de la ciudad, nos despedimos de Dario, y nos fuimos en busca de la frontera con EE.UU. Nos perdimos. Tardamos cerca de dos horas en encontrar “la línea”, como aquí llaman a la frontera. Entretanto la ciudad parecía que iba a llegar al clímax, que iba a explotar en cualquier momento. El gentío conquistó las calles con sus coches. Las banderas y colores patrios lo inundaban todo. Ciento de coches circulaban sin rumbo fijo, entre algaradas y gritos de !Viva México!. Ya no se escuchaba “!Muerte a los gachupines!”, es decir, a los españoles, como en tiempos de la independencia, pero eran otros gritos los que se balbuceaban por allí. De lo perdidos que estábamos fuimos a parar a la Avda. de la Revolución, famosa entre los “gringos” por ser cuna de todo pecado. Alcohol, drogas, prostitución, son la tónica dominante en esta barriada a pocos kilómetros de la frontera con USA.


Catalina entre fuegos

Y es que Tijuana es tierra de frontera, todo lo lo ilegal florece como agua de mayo. Le pregunté antes a Dario cómo se veía aquí la violencia generalizada que veíamos diariamente en los medios de comunicación. Me dijo que la violencia es sectaria, que sólo afecta a las bandas de narcotraficantes que se disputan las rutas de la droga, o la trata de blancas. Por lo demás, Tijuana es una ciudad apacible y agrabable. Es más, parece que hace un mes que han legalizado la marihuana. Los efectos se han dejado notar pronto, y los índices de delincuencia han bajado, al perder los narcos muchas de las rutas de “comercialización” de este producto.


Nacho libre

Aún así, Tijuana es Tijuana, algo fuera de lo normal en México, que para nada debe ser exponente del país y de la cultura de México, como me insistió constantemente Catalina.


Dario con un patriota

Finalmente pasamos la frontera, no sin ver a lo lejos el amontonamiento de “viviendas”, fabelas, de Tijuana. La pobreza se encontraba allí y en la frontera. Los niños eran usados como reclamos de sus padres para obtener algún dólar por limpiarnos la luna del coche. Otros, se dedicaban a recoger latas de refrescos, llenos o vacíos, que había en los coches, para luego, supongo, venderlos como chatarra o algo así. Y es que, en una ciudad fronteriza, con más de dos millones de habitantes, los contrastes y las desigualdades tienen que ser extremas.


Anna y yo con los colores de México en las mejillas

Llegamos, por fin, a las 2,00 de la mañana a Poway. Catalina, con gran valentía, siguió viajando a Los Ángeles. De allí a Sacramento, donde tenía un trabajo al día siguiente.


Después del "El Grito", la gente se echó a la calle

Gracias a los dos, Dario y Catalina, por ser como son.



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